La parcela contaba con una pequeña vivienda en muy mal estado de mediados del siglo pasado, una piscina y numerosos muros de mampostería de granito de la sierra madrileña. Con una parcela de más 1.800 m² y casi 15 metros de desnivel, los arquitectos decidieron utilizar la orientación de la pendiente para ofrecer a los residentes unas vistas privilegiadas hacia el pantano de Navacerrada. Se decidió conservar la antigua vivienda y aprovechar este volumen principal para albergar los usos públicos del programa. Para unir la vivienda original con la zona ampliada, utilizaron un espacio acristalado en la fachada norte, desde el que, a modo de pasillo, se realiza el acceso. Dejando los materiales desnudos, desde la entrada de la vivienda se perciben las diferentes zonas y actuaciones del conjunto, se buscó diferenciar la vivienda original de la zona ampliada, poniendo en valor el granito existente en la edificación antigua, y potenciando la imagen del hormigón entablillado en la nueva zona de dormitorios.