A orillas del mar Cantábrico, rodeada de pinos y robles, se alza esta vivienda unifamiliar. La vivienda se sitúa en una parcela alargada que se abre a las vistas del mar en su lado noroeste, con la ciudad de Santander enclavada en el fondo de la bahía. Dado este contexto, el paisaje se convierte en una prioridad en la concepción arquitectónica. Proponemos una casa-mirador, donde la transparencia de sus grandes paños acristalados permite apreciar plenamente el entorno circundante y el emplazamiento costero. Sin embargo, esta orientación conlleva una exposición directa a los fuertes vientos y lluvias típicos de la región, lo que supone un reto que requiere soluciones para hacer frente a estas condiciones. Para ello, establecemos una serie de pautas que darán forma a una nueva arquitectura vernácula para el estudio. Para potenciar el disfrute de los espacios exteriores vinculados a la casa, los planos verticales de la fachada se pliegan para crear patios abiertos al exterior, que proporcionan cobijo frente a los vientos. Porches y aleros ofrecen zonas cubiertas para protegerse de la lluvia. Otro principio clave es la reinterpretación de los materiales. Los muros de mampostería de piedra caliza -característicos de la arquitectura tradicional cántabra- constituyen los muros ciegos de las fachadas, empleados de forma novedosa. La madera cobra protagonismo, especialmente en los techos, tanto interiores como exteriores, dispuestos en lamas que enfatizan la orientación de la casa hacia las vistas al mar. En su concepción formal, la casa se presenta como un volumen llamativo pero sencillo, que encarna un claro estilo moderno inspirado en la arquitectura de Mies van der Rohe, donde los elementos se reducen a su esencia. La estructura se compone de muros de hormigón armado, alternados con paneles de cristal que definen y configuran la arquitectura. La planta está dispuesta en forma de "L" y consta de dos alas que pueden funcionar de forma independiente o conjunta. El ala este-oeste alberga los espacios comunes y el dormitorio principal, por lo que es la parte más utilizada de la casa. El ala norte-sur está destinada a las habitaciones de invitados, utilizadas sólo en determinadas ocasiones. Esta separación de funciones en dos volúmenes distintos se hace evidente al llegar a la entrada, donde convergen ambas alas. El juego de espacios sólidos y vacíos, junto con las transparencias, permite vislumbrar el mar desde el exterior, a través del hueco creado por la articulación de estas zonas.