Diseñador / Agencia
João Cepeda Arquitecto
Categoría
Edificio residencial
Premio
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Casa en Ribeira dos Moinhos
Presentación del proyecto
En medio de una severidad montañosa, un pequeño arroyo corta su presencia.
El tiempo y el clima, los mejores artesanos.
Desde este panorama, aparecen grandes bloques de granito local aserrado que cobijan una pequeña casa.
Al igual que el río, esta casa representa un (breve) momento de "reconciliación" con la Naturaleza.
Como esencia fundacional, todos sus espacios "húmedos" enfatizan una sensación de refugio y nostalgia, como una "elegía" a la memoria del tema termal (casi perdido) de la región.
Los espacios de baño y un "patio rocoso" completan un sencillo programa residencial: un dormitorio privado aislado en la parte trasera, y un gran salón orientado al este, y la (localmente llamada) "ribeira dos Moinhos".
La idea de un espacio unificado pero fragmentable.
Un entorno con carácter propio, aunque, en cierto modo, anónimo y banal.
Una respuesta de diseño precisa para un uso concreto, aunque "abierta" y (casi) ambigua.
Todas estas premisas buscan, no el principio (vulgar) de la "forma que sigue a la función", sino más bien la respuesta de diseño que permita el uso, y que pueda (ocasionalmente) liberarse de él.
Al fin y al cabo, como nos demuestra la historia, "configuración" y "funcionalidad" son una relación tan estrecha como una identidad impredecible.
Álvaro Siza suele decir que "la Naturaleza es Naturaleza, la arquitectura es geometría".
Como nos dice Umberto Eco, "estamos condenados a encontrar formas que armonicen con la Naturaleza, completándola; y la Naturaleza siempre triunfa, pero subyugada a nuestras perturbaciones".
Este será (siempre) el papel de la arquitectura.
Como escribió una vez Herberto Helder, "el espacio no existe, es una metáfora del tiempo".
Así es (exactamente) como es esta casa, sólo piedra (vieja) - sólo trabajada por el tiempo.
"Excavada" entre los acantilados rocosos, una fracción de vida se hace perenne - (in)finamente petrificada.
Diseñado por João Cepeda Arquitecto
En constante búsqueda de la esencia.
Propenso a huir de modas o tendencias de cualquier tipo o "ismo".
No reconoce problemas o cuestiones de "forma", sólo de construcción.
No contempla la "forma" como objetivo o causa "per se", sólo como resultado de un intrincado proceso informado (no como motivo, sólo como consecuencia).
Descarta, por tanto, la "forma" como objetivo en sí mismo o, en otras palabras, el (mero) "formalismo".
Se centra en devolver la práctica arquitectónica a lo que (exclusivamente) debería pertenecer, y que (aún) sigue siendo su (único) núcleo de apoyo -
materialidad y su diseño puramente constructivo.
Considera que éstas fundamentan y encarnan las (únicas) herramientas creativas posibles de la disciplina -
y, en última instancia, los posibles temas (específicos) del arquitecto.
Piensa que la arquitectura debería ser simplemente ella misma, y no un "símbolo" (subliminal) que pretende representar metafóricamente otra cosa.
En una época en la que se celebra lo frívolo y lo no esencial, y en la que el detalle, el refinamiento y la (lenta) absorción se descuidan (normalmente) o se olvidan a medias, él ensaya dentro de una tradición de una arquitectura de "resistencia", que no habla ni comunica nada más que su propio lenguaje (silencioso).
El significado, la conceptualización y el valor vienen después: están en el ojo del que mira, y no del primero.
Cree que cada proyecto lleva la impronta de sus propias circunstancias.
Aunque busca la agudeza de respuestas muy precisas a cada problema concreto, se esfuerza por lograr una "constelación" particular:
la ambigüedad de un "conglomerado compuesto" espacial (anónimo), que permite (y responde específicamente a) un uso determinado, pero que puede (ocasional o eventualmente) liberarse de su finalidad -
espacios en expectativa (constante), y no simplemente el principio (habitual) de "la forma sigue a la función".
De ahí que cada proyecto sintetice un empeño (poético) único e irrepetible.
Se refiere a Japón como una experiencia determinante en su vida.
En Japón, le guiaron por una línea de costumbres y tradiciones locales, y le ilustraron sobre su exquisita cultura.
Como tal, aprendió su evocadora visión de lo mundano y la belleza de la impermanencia.
En resumen, aceptar el "espacio" como se acepta el "tiempo"-.
con su parte de (in)finitud, fugacidad, imprevisibilidad, melancolía e inefabilidad.
Desde entonces, se interesó por la presencia y por reconciliar los espacios construidos con su sentido de pertenencia, memoria, armonía y gracia -.
como una interminable "elegía" a lo que es continuamente perenne y efímero a la vez.
Practica la arquitectura como una disciplina secular que, entre y junto con la coordinación de varias áreas de especialización, (aún) posee su propia autonomía.
Aunque afirma que, de vez en cuando, puede alcanzar una existencia artística intemporal, considera que la arquitectura es un "arte" únicamente por su esencia y significado griegos antiguos, la palabra raíz original "techné" -.
una forma específica de conocimiento o "saber hacer", que opera con sus propios medios específicos (o un sentido particular, intuitivo pero concreto, del hacer, que surge tanto de la experiencia acumulada como de la sensibilidad o, en otras palabras, tanto de la práctica como de la teoría).
De ahí que interprete la arquitectura como
un arte de diseñar,
un arte de construir,
un arte de habitar -
y, en última instancia,
un arte de vivir.