La búsqueda de espacios amplios y abiertos, la apuesta por la flexibilidad en la distribución del programa y el deseo de diseñar un ambiente relajado y un estilo limpio son algunas de las características que definen este proyecto. La estrategia principal se centra en diferenciar los usos nocturnos de los diurnos. Los programas más privados se trasladan al interior de la planta para acercar los programas públicos a la calle. De esta forma, optimizamos el espacio para conseguir una plaza limpia y perfecta que parece despojada de cualquier límite físico. Este lienzo en blanco se convierte en el centro neurálgico de la casa. Un espacio utilizado de forma flexible cuya función es acoger los dos elementos más característicos de la casa: la imponente isla de cocina de acero y el gran sofá. Ambas piezas jerarquizan el espacio, pero, al mismo tiempo, mantienen la autonomía suficiente para que el resto de la estancia pueda ser vivida de forma espontánea. Además, gracias a su monumentalidad, actúan como piezas circulares y proponen una circulación fluida a su alrededor. El objetivo es imaginar un espacio de encuentro y esparcimiento que pueda acoger a grandes grupos de amigos. En cuanto a la elección de los materiales, se utilizan soluciones nobles, pero siempre tratadas desde una perspectiva conceptual. Una vez más, buscamos una paleta reducida para dar a cada material el protagonismo que merece. Así, el contenedor está concebido de forma sobria. Las paredes están revestidas de mortero fino, mientras que el techo está proyectado acústicamente. El suelo está revestido con listones de pino macizo, una solución atrevida que viste toda la casa. Los toques llamativos los aportan dos materiales muy característicos: El mármol verde indio inunda los baños y aporta expresividad. Mientras que el acero inoxidable se utiliza para diseñar piezas singulares como la isla o los frentes de cocina.