La Casa 14-Bis, con su nombre, lo dice todo sin pronunciar palabra. Evoca el juego, el deseo, la determinación y el logro. Lleva el nombre del famoso avión de Santos Dumont, es rica en significados y encierra un campo de imágenes que es pura poesía. Estos significados trascienden al arquitecto y a la familia; pertenecen a una nación. Aquí, lo material y lo inmaterial danzan en armonía.
El viaje comienza con un suave toque sobre la tierra, que aporta una sensación de seguridad, una invitación a habitar. Las sensaciones se modelan y alimentan a través de la relación de la casa con el paisaje y el jardín. Las grandes aberturas invitan al paso del tiempo y permiten que el aire fluya libremente. La brisa, transportada por el viento, refresca y llena la casa, dejando espacio para lo nuevo. La antigua Maria Fumaça, el tren de vapor, recorre el paisaje y se encuentra con lo nuevo.
Los muebles heredados introducidos en la casa se hacen eco del pasado y de la importancia de la memoria. Una vez más, lo viejo y lo nuevo dialogan. La cocina, con su isla y sus electrodomésticos de última generación, responde a las necesidades modernas sin dejar de permitir la preparación de las recetas de la abuela. El mensaje sigue siendo claro: aunque el tiempo humano individual es fugaz, la humanidad persiste y se recuerda.
Ángulos poco convencionales definen el espacio, enmarcado por amplias aberturas. La casa se convierte en un porche, parte del jardín. El clima cálido invita a vivir al aire libre, y la arquitectura responde a esa llamada. La forma angulosa se aleja de la arquitectura tradicional brasileña, pero las sensaciones que evoca siguen siendo intemporales. El techo de madera, sus texturas, sus usos, su propia esencia, crean una sensación de confort. Se revisita el pasado y, a su paso, se construye el deseo de futuro: una construcción continua y poética.
La luz fluye por la casa, revelando posibilidades, tiempo, espacio, existencia. "El silencio habla". Las formas, la plasticidad, surgen como resultado de una intención. Un sistema que entreteje razón, emoción, sentidos, plenitud, vacío, texturas, naturaleza, luz y sombra. La arquitectura cobra vida.
El conjunto crea significado, contribuyendo a la construcción de un lugar.
La casa está habitada, la luz está encendida, dando forma a la ciudad y alimentando las conexiones. Pasa de ser un espacio individual a formar parte de un paisaje urbano más amplio.